Un restaurante chino del barrio siempre pide entrega. Yuriko, una familia de madre e hija, suele llevar comida a casa. El repartidor vino y dejó el cuenco, pero no pudo soltarlo y lo invitó a entrar a la casa. Aunque sea una pequeña charla sobre el té porque cada uno tiene su rincón. Entonces le pregunté si era famoso. Dijo que no era popular, pero de repente confesó que le gustaba Yuriko con una mirada seria. Yuriko quedó sorprendida por su franca confesión. Pero estaba tan feliz que lo abracé y lo besé...